La exposición se podrá visitar del 26 de abril y hasta el próximo 23 de julio de 2023

Llega a Condeduque la exposición 'Océano mar'

Llega a Condeduque la exposición 'Océano mar'

El Centro de Cultura Contemporánea Condeduque, del Área de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid, inaugura la exposición colectiva Océano mar, producida por MadBlue, y que responde simbólicamente a la llamada urgente del planeta, a través de obras que nos sumergen en los problemas y los abismos de los océanos.

Océano mar

Océano mar recoge el título de la novela homónima de Alessandro Baricco, una obra en la que proliferan ecos y alusiones, invenciones y descubrimientos. Por un lado, un pintor que busca el inicio del mar para poder retratarlo. Por otro, una mujer que espera que el mar la cure de amar demasiado o un cura que evita el mar o un hombre misterioso que ha regresado del mar. En la novela, si el mar es el tema, el océano es la desmesura, un lugar donde todos acaban acudiendo, un lugar indecible donde el tiempo desaparece. El mar y el océano pueden cambiar nuestra manera de entender el mundo, pero también debemos cambiar nosotros la manera de entender el océano y el mar. Como en la novela, las historias de esta exposición funcionan como breves pinceladas, poéticas y conceptuales, exigentes y evocadoras, todas unidas por su atracción hacia el mar. “Si Baricco en su novela pretende «decir el mar», esta exposición trata de «expresarlo» adentrándonos en sus complejidades y sus misterios”, afirma su comisario Iñaki Martínez Antelo.

Vasco Araújo (Lisboa, 1975) lo expresa a través de una serie de libros de acuarelas que representan los 16 puntos cardinales de la Rosa de los Vientos, utilizada en la navegación; un pensamiento introspectivo sobre una gran travesía por todos los mares y océanos sin entrar nunca en tierra, como un viaje a la deriva.

María Luisa Fernández (Villarejo de Órbigo, León, 1955), en su frecuente uso de dobles sentidos y juegos de palabras, alude al mar Rojo para enmarcar algunas de las estructuras minimalistas que presentó a mediados de los años ochenta. El mar Rojo, conocido por el relato bíblico según el cual sus aguas se abrieron para permitir el paso a pie de los israelitas que huían de las tropas egipcias, se convierte así en una escultura que nos adentra en una discusión plástica sobre el espacio y el volumen.

Esta condición performativa y simbólica sirve de hilo conductor de todas las obras que conforman la exposición. El vídeo I Will Give You the Sea de Rosana Antolí (Alcoi, Alicante, 1981), donde se muestra de manera narrativa el proceso de una acción utópica de atrapar y entregar el mar es un ejemplo de este hilo conductor de la muestra.

También en la escultura ligada a la acción performativa que presenta Laia Estruch (Barcelona, 1981), que relata la experiencia de beber agua en los pequeños ojos que se dibujan en las rocas, cuando el cuerpo humano imita al animal ante el reflejo acuoso, recreando historias escondidas en las pozas, voces que se propagan de cuerpo en cuerpo y se resisten a perderse.

Esa misma situación de desconcierto domina la instalación site- specific de Jorge Peris (Alzira, Valencia, 1969), que explora el microcosmos de relaciones generadas a partir de materiales provenientes del mar como la sal o fragmentos arquitectónicos, desafiando los sentidos del espectador y el propio espacio, que transforma para crear una nueva situación inquietante, en la que la sensación de tranquilidad se derrumba.

Donde nada lleva a nada de Mar Guerrero (Palma de Mallorca, 1991), empieza y acaba en el agua, al introducir un elemento extraño que activa un juego de percepciones e incertidumbres donde la imagen fotográfica y el motivo fotografiado se funden, experimentando a través de la luz y el color.

Asimismo, esa sensación nos asalta también en las esculturas de Grace Schwindt (Offenbach, Alemania, 1979), cuyos títulos se basan en el lenguaje visual del color y el estado de ánimo atmosférico que se encuentra en el poema The Rime of the Ancient Mariner de Samuel Taylor Coleridge, utilizando la imagen del iceberg como portador del cuerpo, capturado en diferentes etapas de abstracción y transición.

Todas estas relaciones simbólicas toman forma real en Fragments for an Opera, fotografías en las que Allan Sekula (Erie, Pensilvania, 1951 – Los Ángeles, 2013) refleja las consecuencias del vertido del Prestige en las playas de Galicia, la labor de los voluntarios que ayudaron a recoger el fuel, y sus rostros exhaustos como consecuencia de una tragedia ecológica de gran magnitud. Son imágenes testigos de una realidad que muchas veces supera a la ficción.